«El Cajuelo» lugar de pastoreo (antes) y corredores (ahora)

HOMENAJE A TODOS ESOS PASTORES QUE RECORRIERON ESTOS PARAJES, QUE HOY NOS SIRVEN DE CAMINO PARA NUESTRA PRUEBA DEPORTIVA

Hace un mes tuve el placer de volver a contactar con Alfredo (Chiqui para los añoneros), que desde Mataró seguía nuestra corta andadura como Club.

Me ilusionó leer su comentario en nuestra web, después de unos 3-4 años que no nos vemos en persona. Y mas me ilusionó ver, como nada mas abrir las inscripciones de la prueba, se inscribía a la distancia de 45K.

Cruzamos un par de correos, y me dijo que era ilusionante para él participar, por lo que representa Añon y «el Cajuelo» para su familia. Que sería un momento perfecto para rendirle homenaje a su padre, cuyas cenizas descansan en el Barranco de Horcajuelo.

A raíz de ésto, le propuse hacer un escrito que sirviese de homenaje para su padre, para su familia, y para todos esos pastores que recorrieron nuestros caminos y ya nos dejaron.

Y aquí tenéis su bonita carta, que desde el Club disfrutamos, y queremos compartir con todos vosotros.

¡¡Va por ti tambien, ABUELO Pedro!!

Gracias Chiqui

Hola.

Digamos que soy un corredor oriundo de Añón del Moncayo. Mi padre nació allí y parte de mi familia reside en ese cúmulo de casas apiñadas unas junto a otras desafiando la pendiente en plena peña rocosa.

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He crecido escuchando con atención historias de pastores recorriendo el Moncayo y realizando gestas impensables para el resto de personas. Distancias recorridas en tiempos imposibles, en la más absoluta soledad, con las circunstancias climatológicas más adversas posibles. Nieve, granizo, agua, tronadas espectaculares en los barrancos. Desgraciadamente pastores quedan pocos, pero siguen explicando hazañas de otras épocas cuando no había coches para llegar hasta el ganado que pastaba libre por el Moncayo.

Durante mis primeros 20 años a la falda del Moncayo recorrí todos los recovecos cercanos a Añón. Las Cuevas, Morana, Morca,  Huecha arriba, Huecha abajo, El Regal, Peñas de Herrera, el Zaramuro alguna noche de Fiestas, y alguna vez, como si fuera la gran excursión del verano… ¡la cumbre!

El Moradel pocas veces, la verdad. Mal camino donde los haya y eso que ahora parece que lo hayan alfombrado…

De niño descubrí todos estos lugares caminando con mis padres, luego con mis amigos y cientos de horas con mi primo Luis, que no es primo, pero como si lo fuera.

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Nunca fui más allá hasta que un verano, ya enfermo de correr, me dije “voy a recorrer toda esa mole. Por la derecha, por la izquierda y también por el centro. En kilómetro vertical, hasta Beratón y vuelta a Añón”. Y así llevo 30 veranos recorriendo caminos y descubriendo rincones dignos de ser visitados año tras año.

Las historias de pastores que me explicaron de niño y a las que, por la ignorancia que gracias a Dios la edad cura, no hice el caso que merecían, acabaron por germinar años después y brotar con fuerza.

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Parte de mi espíritu runner-aventurero se lo debo a las historias de Ricardo, Benito, Fausto y, como no, a mi padre, Alfredo, un “Rajones”.

Benito y Fausto siguen explicando sus anécdotas siempre interesantes y siguen recorriendo esos caminos con más calma y menos tribulaciones que cuando lo hacían por obligación. Ricardo y mi padre desgraciadamente dejaron de hacerlo hace unos años.

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Mi padre decidió que sus cenizas se depositasen en un rincón del Horcajuelo para dormir tranquilo donde vivió feliz.

Des de ese rinconcico que visito cada año contemplo sentado la calma y soledad que respira todo el lugar. Durante unos minutos -mientras me recupero de la ascensión- observo los corrales, los detalles de la pradera, escucho el viento y sigo con la vista cualquier cosa que rompa esa calma. Con suerte, algún pajarillo que salta de roca en roca mientras se pregunta qué hago allí parado vestido con ropa tan colorida.

No hará falta explicar lo mucho que me apetece hacer esta carrera y poder ofrecerle todo mi esfuerzo. Posiblemente, llegado el momento, me salten algunas lágrimas de los ojos. Y no dejaré de correr. No será la primera vez. Cuando corres el cuerpo se desordena y puede pasar de la euforia y la risa al llanto unos kilómetros más adelante. Supongo que algunos de los que leéis esto pensaréis que estoy como una chota. Y acertará. Pero somos tantos que estamos enganchados a esta pasión que seguramente la mayoría me entenderéis a la perfección.

DSCN0725.JPGCorrer solo por la montaña como lo hago en el Moncayo puede parecer una temeridad. Y lo es. Tiene su lado salvaje. Pero solo quien haya experimentado esa sensación de soledad y libertad simultáneas, de esfuerzo y satisfacción mezclados, de contacto con la naturaleza y de conexión con nuestros orígenes será capaz de entender por qué  lo repito una y otra vez.

En el Moncayo, y concretamente en el Horcajuelo (Cajuelo para los lugareños) encuentras esa sensación con absoluta seguridad.

Me perdí la primera edición y me tuve que conformar con el relato de la épica gesta de lo mucho que se luchó contra lluvia, aguanieve y frío.

Ahora ya solo quedan un par de meses para encontrarnos, primero por las calles de Añón, al poco de amanecer, calentando y comentando lo que nos espera.

Son aquellos momentos donde todo el mundo es rival y compañero al mismo tiempo. Luego, un poco más tarde, ya metidos en la carrera, la suerte decidirá si correremos en solitario o en grupo animándonos unos a otros y haciendo, con más suerte aún, amistad con auténticos desconocidos.

Hasta entonces… a entrenar fuerte que lo que nos espera, sean 18 o 45, no es ninguna tontería.

 

Alfredo Redrado.

Añonero de corazón.


3 respuestas a “«El Cajuelo» lugar de pastoreo (antes) y corredores (ahora)

  1. Descubrí el Moncayo de la mano de un Añonero que ha llegado a ser mi segundo hermano. Parajes preciosos donde el caminar en soledad, solo puede mejorarse, con el caminar junto a un buen amigo.Montaña mágica de mágicos recuerdos y llena de buena gente. Enhorabuena por vuestra iniciativa. Chiqui, no dejes de trotar…

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